Es asombroso como hechos, fechas y personas puede marcar tu
vida. La mía quedo por siempre vinculada a un 8 de abril del 2003 y a un José
Couso, que por desgracia nunca podré llegar a conocer. Por aquel entonces
contaba con no más de 10 años de edad, y pese a que no consigo recordar que
ropa llevaba o quien me acompañaba a la mesa cuando la noticia impacto en mi
vida si que recuerdo haber sido consciente desde un primer momento que aquello sería
algo con lo que cargaría el resto de mi existencia.
Dicen los que me conocen desde antes de lo que yo pueda
recordar que desde siempre tuve claro que mi futuro estaría ligado a la
comunicación, supongo que deberé hacerles caso ya que los múltiples vídeos
caseros en los que salgo cual reportera intrépida en el salón de mi casa así lo
verifican. Pero con 10 añitos, creo que el significado de periodista o
periodismo uno no llega a abarcarlo, por lo que ver en el telediario a un
hombre explicando como posiblemente los estadounidenses habían apuntado al
Hotel Palestina, refugio de los periodistas internacionales, y habían dejado tras de sí a dos muertos,
siendo uno de ellos español es algo que me dejo fuera de juego. En mi mundo
comandado por la campanilla de Disney, ser periodista era ponerse frente a una
cámara y hablar, punto no había más.
Mi madre, muy ágil ella, aprovechó la oportunidad para haber
si así de una vez por todas conseguía quitarme esa idea de futuro de la cabeza
y poder sustituirla por otra mucho más de su gusto. “Ves, es peligroso”, me
dijo señalando las imágenes que la televisión mostraba del bombardeo. Y aquella
niña que ni tan siquiera llegaba a conocer cual sería la repercusión de todo
aquello acertó a decir “si es algo por lo que te pueden matar, es algo por lo
que merece la pena vivir”. Esa frase
quedo grabada a fuego en la mente de mi madre quien todavía 10 años después me
lo recuerda. 10 años hace ya de aquel despiadado tiroteo. Terminando mi segundo
año de carrera, hoy al entrar en la Facultad de Periodismo no he podido evitar
que Couso apareciera en mi cabeza igual que lo recuerda mi madre cada vez que
me ve tomando notas sobre cualquier cosa que pueda/vaya o haya conducido a un
enfrentamiento. “La inconsciencia terminará contigo”, suele asegurarme. Pero no
mamá, José fue consciente en todo momento, fue consciente cuando lo dispararon,
fue consciente de quien lo disparaba y era consciente de por qué moría. Él era
tan consciente de ello, como lo soy yo.
E.